sábado, 6 de octubre de 2007

"T" de Stauffer.- Inicio mi camino


Mi camino de Suiza a Mexico paso através e varios continentes y varias décadas. Empezé en Morat, pequeña ciudad que se encuentra entre dos áreas de mi país nativo donde se habla el francés y el alemán. Por eso le llaman Murten, Murte am Lac de Morat o Morat am Murtensee. Fué ahí a donde vine a un feliz y bien disciplinado mundo en la primavera de 1909 con una dote, no muy esplèndida que digamos, de posesiones terrenales.

Mi padre era muy jovial pero a la vez estricto, y sus amigotes le decian Monsieur Stauffifere. Su vida la hizo como agente vendedor de bicicletas y máquinas de coser, aunque con las bicicletas no se puede decir que le haya ido bien porque las calles del pueblo de Morat eran empedradas.

Así vino a suceder que una cálida y soleada tarde de primavera estando Monsieur Stauffifer en el café Crox Blanche, como era su placer y costumbre, jugando Jass, su juego de baraja favorito, vino a tener un sobresalto. En ese momento sus ganancias ya eran 3 francos y un café. Para él este momento era el punto álgido y mas importante del dìa, enmedio de sus cuates. Pero ese día, prematuramente, tuvo que abandonar la partida y correr a casa.

En su apresuramiento, se tomó un respiro, hizo una pausa en su camino frente a la iglesia, se enriscó el bigote, miró hacia la torre del reloj entrecerrando los ojos contra los rayos del sol y checó la exactitud de su reloj de chaleco -lógicamente suizo- con cadena de oro de diez kilates y comprobó que eran cinco minutos depués de las dos de la tarde. Su tercer hijo estaba por nacer. Así que a casa. Su esposa María lo esparaba. Suspiró y apretó el paso.

Papa era afortunado en el juego y el amor. Casi nunca perdia a la baraja, y su mejor ganancia en la vida fue cuando tomo a mi madre en sus brazos, pues fué un matrimonio feliz y duradero. Ese día al entrar a casa papá tenía el siguiente inventario: Willy, el hijo mayor de 4 años, Irma, la única niña,y yo recién llegado al mundo y ya instalado en mi “canasta”.

A los pocos días me bautizaron como Ernest Henri Stauffer, Ernesto Enrique, es mi verdadero nombre, después diré el por qué de “Teddy”.

Una año después, casi al minuto, como buen suizo mi papá llegó inesperadamente a la casa muy excitado gritando “María, al fin ya la hice”.

Había conseguido el empleo de intendente o conserje del edificio de la Casa Paralamentaria del Gobierno en Berna,la capital de Suiza. Cuando mi mamá le pregunto que significaba eso, el le contestó que doce cheques de pago al año, vivienda con electricidad, agua y gas. Y lo más importante de todo: dos semanas de vacaciones al año, esto último hizo particularmente muy feliz a mi viejo, ya que como único distribuidor de bicicletas de Morat nunca había tenido vacaciones. A mi madre no le caía el veinte pues la idea de abandonar nuestro risueño pueblo no le agradaba.

Pero al punto papá la convenció cuando le dijo : “Después de treinta años tendremos una pensión vitalicia . Piensa en los niños María.” Y mamá pensó en sus hijos. Mi padre a su vez, en su peculiar mentalidad suiza había trazado lo que era su versión del camino al paraíso para él y su familia. Nunca se habría de imaginar que el destino le deparaba un futuro muy diferente al bebito de la familia.

Finalizando el mes, abandonamos Morat con todo nuestro equipaje en un carromato tirado por un caballo, que pertenecía a un amigo. Las primeras veinte millas y los primero trece meses de mi camino quedaban tras de mí. De aquí en adelante mi vida iba a consistir en una continua sucesión de nuevos comienzos.

En Berna, se iniciaban las etapas de cada nuevo comienzo pues ahí fue donde vine a conocer la música y el amor. Fue un buen principio. En Berlín inicié penosamente una carrera de música y encontré a Tamara, el amor de mi vida. En Londres fui reconocido internacionalmente como director de orquesta. En Los Angeles, con la Segunda Guerra despedazándome mis planes de hacerme rico, inicié otro comienzo en la música para las películas; inicié otro en la frontera mexicana de Tijuana –entonces un pueblo- en donde estuve peor que un vagabundo, parecía pordiosero y una piruja pobre era mas rica que yo. Los barrenderos de las calles siquiera tenían trabajo fijo, yo ni a eso llegaba. Después de Tiuana pasé a la Cd. De México en donde inicié un nuevo e importante comienzo que fue todo un agresivo complot para ganar mi libertad. Y la gané. Y de ahí a Acapulco, dondé encontré el paraíso terrenal.

También he tenido muchos otros comienzos, demasiado numerosos para mencionarlos. Por ejemplo, mis cinco matrimonios. En este tipo de comienzos me arriesgue cinco veces. Movimientos de apertura también realice con varios cientos de mujeres, cada una de las cuales permanece a su manera inolvidable dentro de mi.

Muchas de ellas-ciento cincuenta- las menciono en la dedicatoria de esta autobiografía

viernes, 5 de octubre de 2007

Acapulco se escribe con "T" de Stauffer


Por: Federico Carranza.

Esta una serie de articulos tomados y traducidos libremente de la autobiografia de Teddy Stauffer, ese personaje que fué tan importante para el desarrollo del Acapulco turìstico actual y al cual no se le ha rendido ningún tributo de agradecimiento.

Teddy el Helvètico, el músico, el deportista, el aventurero, el empresario, el galan de bellas y célebres mujeres, tuvo muchos amores, pero su gran amor fuè Acapulco. Al empezar a escribir su autobiografia asi se confiesa al puerto cuando le dice: "El camino que me atrajo a tí paso a traves de varias decadas y varios continentes, tú eres el paraiso terrenel que yo buscaba, aqui estoy y aqui me quedare"

Y efectivamente, aquí vivió, aquí triunfó -pues siempre fue un triunfador- aquí murió y por voluntad propia la bahia de Acapulco recibió sus cenizas y las azules aguas lo integraron totalmente a su paraíso natural, donde permanecerá hasta que la eternidad concluya.

Cedo entonces la palabra entonces a Teddy el acapulqueño.